En 1917, inspirados en el pacifismo, el rechazo a las guerras y la defensa de la objeción de conciencia, un grupo de hombres y mujeres fundaron el Comité de Asistencia de los Amigos Americanos (American Friends Service Comittee). Transcurridas dos décadas, en plena Guerra Civil Española y, con objeto de ofrecer ayuda económica y de evacuación a los niños, en el año 1937 se constituyó en Nueva York la Asociación Americana para el Bienestar de los Niños Españoles (Spanish Child Welfare Association of Americana).

 A finales de ese año y con ánimo de difundir la crueldad a que estaban sometidos los niños españoles, el destacado miembro de cuáqueros y coleccionista de arte Josep A, Weissberger, tras recorrer las colonias infantiles y recopilar más de mil dibujos —depositados actualmente en la Universidad de Columbia—, organizó diversas exposiciones en importantes galerías de arte norteamericanas, sobresaliendo la de mayo de 1938 en Nueva York en los grandes almacenes «Lord & Taylor’s».

Uno de los resultados de este solidario esfuerzo fue la publicación en EE.UU. del librito They Still Draw Pictures. Lo recaudado de la venta —su precio era un dólar—, así como lo percibido en las exposiciones, se dedicó íntegro a la ayuda alimentaria y cuidado de los niños refugiados en las colonias republicanas. En sus páginas se recopilaron 60 fotografías de los numerosos dibujos expuestos en las galerías de arte, siendo prologado por el escritor Aldous Huxley (Un mundo feliz).

Al hilo de la exposición «Y ADEMÁS DIBUJAN, dibujos de los niños durante la Guerra Civil» con recorrido actual por diversos lugares de nuestro país, he aquí las palabras del autor de la gran novela ‘Un mundo feliz’:

PRÓLOGO DE ALDOUS HUXLEY

Esta es una colección de dibujos infantiles. También es, al mismo tiempo, una colección de dibujos hechos por niños y niñas que han vivido una guerra moderna.

          Consideremos pues la colección en ambos aspectos —como un fenómeno puramente estético y como expresión de la historia contemporánea— a través de los ojos del sociólogo, tanto como del crítico de arte.

          Desde un punto de vista estético y psicológico, lo más sorprendente de una colección de este tipo es el hecho de que, cuando se los deja solos, la mayoría de los niños muestran talentos artísticos asombrosos (cuando se les interfiere y se les dan «lecciones de arte», muestran poco más que docilidad y un poder camaleónico para imitar cualquier modelo creado para su admiración). Uno puede plantear el asunto aritméticamente y decir que, hasta la edad de catorce o más años, al menos el cincuenta por ciento de los niños son pequeños genios en el campo del arte pictórico. Después de eso, la proporción disminuye con una enorme y acelerada rapidez hasta que, cuando los niños se han convertido en hombres y mujeres, la proporción de genios es aproximadamente uno por millón. En lo que se refiere a la sensibilidad artística, la mayoría de los adultos han crecido, no hacia arriba, sino definitivamente hacia abajo.

          La sensibilidad de los niños es multifacética y abarca todos los aspectos del arte pictórico. ¡Qué certero, por ejemplo, es su sentido del color! Los niños cuyos dibujos se muestran en esta colección solo han usado lápices de colores. Pero los lápices suficientemente fuertes para resistir la presión aplicada por las impacientes manos infantiles no son el medio de colorear adecuado. Los niños coloristas están en su salsa cuando usan gouache o esos pigmentos no venenosos, similares a mermeladas, que ahora se suministran a guarderías. Estos niños españoles, repito, han tenido que trabajar bajo una desventaja técnica; pero a pesar de esa desventaja, que bien se han desenvuelto en general.

          Al sentido del color, los niños añaden el de la forma y una notable capacidad para la invención decorativa. Incluso en los paisajes y escenas de guerra, la atracción de los niños por los patrones se puede observar constantemente. Por ejemplo, las balas de las ametralladoras de los aviones el artista infantil las muestra como cadenas de cuentas entrelazadas, de modo que el dibujo de un ataque aéreo se convierte no solo en una conmovedora escena de la masacre, sino también, y al mismo tiempo, en un curioso y original patrón de líneas y círculos.

          Finalmente, está la capacidad del niño para la expresión psicológica y dramática. Las escenas pastorales de la vida en la granja en tiempos de paz, o en el refugio temporal en los campos de refugiados, son a menudo maravillosamente expresivas. Todo se muestra de la manera más viva. Y lo mismo ocurre con la realidad de las escenas de guerra. Los dibujos que ilustran los bombardeos desde el aire son dolorosamente gráficos y efectivos. Las explosiones, las huidas asustadas al refugio, los cuerpos de las víctimas, las madres llorosas, en cuyos rostros corren las lágrimas como cadenas de cuentas que apenas se distinguen de los rosarios de balas de las ametralladoras que descienden del cielo, son retratadas una y otra vez con un poder de expresión que suscita nuestra admiración por los artistas infantiles y nuestro error por la elaborada bestialidad de la guerra moderna.

          Si los miramos con los ojos de historiadores y sociólogos, nos sorprenderá de inmediato un hecho horriblemente significativo: una gran cantidad de esos dibujos contiene representaciones de aviones. Para los niños y niñas de España, el símbolo de la civilización contemporánea es el avión militar; el avión que, cuando las ciudades tienen defensas antiaéreas, vuela alto y deja caer una carga explosiva indiscriminadamente desde las nubes; el avión que, cuando no hay defensas, baja a toda velocidad y apunta sus ametralladoras sobre los asustados hombres, mujeres y niños en las calles.

           Al norte de los Pirineos y al oeste de la gran muralla, la imaginación de los niños y las niñas todavía es libre (escribo esto en los primeros días de septiembre de 1938) para vagar por toda la gama de experiencias infantiles. El avión de bombardeo aún no se ha impuesto sobre sus pensamientos y emociones, aún no ha estampado su imagen en su fantasía creativa. ¿Será posible ahorrarles las experiencias a las que han sido sometidos los niños de España y China? Y, de ser así, ¿cómo se puede lograr esto? A esta segunda pregunta se han dado muchas respuestas diferentes. De ellas, la más humana y racional es la, aparentemente utópica, pero en el fondo práctica respuesta de los cuáqueros. Que esta solución, u otras alternativas menos satisfactorias, se acepten de forma generalizada en un futuro cercano, parece improbable en alto grado. Lo más que podrían hacer los hombres y mujeres de buena voluntad es trabajar en defensa de alguna solución general al problema de la violación a gran escala y, mientras tanto, ayudar a aquellos que, como los niños artistas de esta exposición, han sido víctimas del crimen y la locura colectiva del mundo.

Un comentario sobre “-ALDOUS HUXLEY Y UNA GUERRA DIBUJADA POR NIÑOS

  1. Que clarividencia, tanto en su definición de como los niños van perdiendo la brillantez pictórica, a medida que van siendo «adoctrinados» por que esa es la definición, si no también de su visión futura de el sufrimiento que padecerá los niños en las guerras de el futuro vamos que solo la buena voluntad de unos pocos, será la única ayuda que estos niños reciban.

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