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SINOPSIS:

Se narra la experiencia de una niña de once años, que durante la guerra civil española, se ve obligada a abandonar la familia y desde Bilbao, junto a su hermano y otros niños, completar un éxodo hacia la URSS (Los niños de la guerra); volviendo a su país diecinueve años después, ya mujer y con una criatura de cinco años. El relato se inicia con la huida familiar desde Rentería con destino a Guernica. Tras el bombardeo, Bilbao será el refugio desde el que se organizará la evacuación de 4500 niños; de ellos, 1495 con destino a la URSS.

De su estancia por tierras tan lejanas, con el trasfondo de la Segunda Guerra Mundial; Andrés, el hermano pequeño, huyendo del avance alemán, fallecerá en el viaje de tren durante la retirada hacia Siberia con temperaturas inferiores a -25º; Josefina vivirá emocionantes y trágicas experiencias en ese basto país, rodeada a veces de comprensión y cariño, a veces de soledad y frustraciones.

Con una gran carga de sentimiento, nos sumergimos en sus páginas recordando novelas como “Soldados de Salamina” de Javier Cercas o “El niño con el pijama de rayas” de John Boyne. Con atmósferas creíbles, desgarradoras en ciertos momentos, sabe enganchar al lector a lo largo de sus capítulos. Es además interesante el complemento de archivos y fotografías que ilustran esta historia que no dejará indiferente a nadie.

PREMIO LITERARIO:

Ediciones Atlantis ha premiado la novela del escritor residente en Benalmádena Vladimir Merino Barrera, “TODO COMENZÓ CON ESA MALDITA GUERRA”, que se alza con el premio “MENCIÓN ESPECIAL DEL JURADO”, por su calidad narrativa y por los hechos tratados, ya que “habla de unos niños víctimas de la barbarie humana desde un punto de vista que bien podría ser el del autor”.

COMIENZO DE LA NOVELA ó PRIMERAS LÍNEAS:

—Todo comenzó con esa maldita guerra.

—¡Maldita, sí! Reafirma la abuela.

Con el rostro sereno, lleno de arrugas, casi tantas como años; con los ojos cansados pero no tristes; ojos que dejan entrever la vieja sabiduría de quien tiene mucho recorrido y a través de ellos, expresa, acompañando con palabras, lo que son sus múltiples recuerdos; esos que refuerzan su energía y deseos de contar a su nieta como le fue la vida. La suya y la de sus cercanos, en su país… Y también en su tierra de acogida. Al menos, como ella la sintió.

María, la nieta; está embarazada de ocho meses, tiene veintisiete años y desde niña ha oído de su padre relatos sobre las circunstancias que durante años envolvieron la vida de Josefina, su abuela.

Tantos son los relatos, a veces tan dispersos, tan llenos de pasión y emoción contados por Alexander, su padre, que desea oírlos de viva voz de quién fuera protagonista de esa larga odisea. Un camino de ida y vuelta que duró diecinueve años.

Alexander relata de su madre, lo que ella a su vez ha contado en los muchos momentos que a lo largo de los años, estaba dispuesta a rememorar de modo o manera a veces  espontánea, a veces por petición de sus seres queridos; pero siempre con la sensación de dejar algo en su interior, algo difícil de sacar; quizás por temor a no ser bien entendida, o acaso, simplemente por no querer ni siquiera en la memoria, abrir una portezuela, dando paso a  unos recuerdos llenos de bastas situaciones recogidas a lo largo de su vida; experiencias duras,  crudas e intensas.

María, naturalmente y hasta donde le alcanza la memoria, ha visto a su abuela disfrutar y ser feliz con los suyos, con su marido, su hijo, sus nietos… La recuerda desde siempre con una vida placentera y sin sobresaltos. Se acerca ya a los noventa años, tiene una salud de hierro y una memoria asombrosa; pero para ella, el —desde siempre— comienza escasamente hace algo más de dos décadas.

Sabe y conoce la nieta, que Josefina, de niña fue separada bruscamente de sus padres y de su entorno; trasladada a un lejano y gélido país del que regresó mucho más tarde. «Fui niña y volví mujer» nos dice siempre con timidez contenida… pero poco más. De lo ocurrido en esos años, a lo sumo, algunas pinceladas, anécdotas tiernas como el nacimiento de Alexander, o tristes como la muerte de su hermano menor. Guarda en una pequeña caja nacarada viejas fotos, algunas en blanco y negro, la mayoría de un sepia ya desgastado; llenas de pliegues o dobleces que indican los avatares que éstas tuvieron que pasar a lo largo de tantos años. Fotos que facilitan algo el entendimiento del entorno donde creció, pero que por sí solas no aportan gran cosa a la pretensión de María.

Y es que ella, quiere saber más; quiere saberlo todo sobre su longeva abuela. Sabe que no será suficiente utilizar el método algo impersonal de «preguntas y respuestas». Eso se lo ha visto hacer a su padre durante años y con escasos resultados; las más de las veces con respuestas superficiales a preguntas inconexas. Necesita llegar al centro del volcán, donde está convencida, todavía hay llamas encendidas, deseos dormidos pero vivos, que con la ayuda precisa pueden salir y a no dudar, cuando lo hagan, serán como un chorro liberado de energía contenida.

María habla con su abuela del embarazo; es una conversación tierna, llena de delicadeza. Dentro de un mes será su primer parto y presume anticipadamente de lo hermoso que será su bebé. Josefina se siente feliz al ver el semblante decidido y orgulloso de su nieta. Inevitablemente, porque la memoria no le falla y su viejo corazón fuerte y sufrido, aún conserva grandes dosis de sensibilidad; rememora su propia experiencia vital y a través de esa comunión de sentimientos, entre dos mujeres que se quieren y respetan, sin nadie pedírselo, también ella quiere presumir ante su nieta de lo que fue su maternidad. De cómo fue gestado su pequeño «Sasha», quién y cómo era el padre de este; —su primer gran amor— también, de las muchas dificultades para abrirse camino…

Josefina, por primera vez al menos en muchos años, da rienda suelta a algunos de sus recorridos de juventud. Sin ser muy consciente de ello, descubre en su nieta el soporte necesario para sacar esas tristezas y alegrías que a nadie, ni siquiera a su marido, había sido capaz de relatar con el sentimiento y la pasión que transmite ahora. Y le gusta.

María intuye que su abuela se esfuerza y lucha contra su propia inercia. Son muchos años de silencios y dolores atrapados que comienzan a salir; descubre que se ha producido una pequeña fisura en el viejo y sólido caparazón que esconde muchas historias y sin forzar ni atosigar, deja que fluyan las palabras consiguiendo éstas poco a poco, ensanchar la salida dando rienda suelta a la historia de su vida.

Un comentario sobre “-TODO COMENZÓ CON ESA MALDITA GUERRA

  1. José Manuel Portero
    EL MÉDICO DE LOS POBRES, de Vladimir Merino Barrera
    El convulso periodo que transcurre entre la dictadura de Primo de Rivera y la de Franco, sirve a Vladimir Merino para pergeñar con habilidad la narración de la vida de Cayetano Maldonado, un personaje de ficción inspirado en el de Cayetano Bolívar, médico malagueño, diputado en Cortes en representación del PCE durante la II República, y finalmente fusilado en el año 1939 por los rebeldes fascistas frente a los muros de la Alhambra, en Granada.
    El tema de la Guerra Civil ha servido de fuente de inspiración a numerosos escritores españoles y extranjeros, por cuanto que, en general en cualquier contienda bélica, y en la nuestra en particular, se dan los ingredientes –violencia exacerbada, crueldad, pasiones sin control, acción sin tregua, amor, odio, traiciones, venganza, actos heroicos junto a otros deleznables…–, en fin, los mimbres adecuados para elaborar un buen relato literario.
    Es lo que consigue Vladimir Merino en su obra. El autor hace discurrir a Cayetano Bolívar, alias Maldonado en la ficción, por ese agitado periodo de nuestra historia lleno de movimientos sociales y cambios políticos de primera magnitud. El lector asiste con emoción a unos hechos que, en algunos casos, no por conocidos, dejan de ser interesantes, y en otros son completamente novedosos, fruto de la investigación llevada a cabo por el autor.
    Y es que pese aún a la cercanía en el tiempo y a la relevancia humana, social y política que tuvo Cayetano Bolívar, El médico de los pobres, como se le llamó en su época, sigue siendo un héroe prácticamente desconocido para muchos malagueños. Con su obra, Vladimir Merino rescata su memoria con un relato denso, muy interesante y no menos didáctico.

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