J. K. Rowling y su saga ‘Harry Potter’ —la más vendida de toda la historia—, conquistaron el mundo literario a partir de 1997, pero no en todos los lugares fue recibida con el mismo entusiasmo. En Corea del Norte, país con un férreo control literario, hermético con respecto a la cultura procedente del extranjero, impenetrable si la obra contradice los dictados del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte, ‘Harry Potter’ y la piedra filosofal’ se mantuvo prohibido durante veintitrés años. En el año 2020 dando un giro acaso imprevisible, el órgano oficial de censura de libros[1], consideró que los de J. K. Rowling «…muestran la idea de que los niños pueden marcar su camino con su propia fuerza y habilidad». Desde entonces los lectores de este país pueden disfrutar del mundo mágico de Hogwarts.

En EE. UU., si bien tuvo un gran éxito de ventas, su publicación y distribución tampoco estuvo exenta de polémica y dificultades. Los libros de J.K. Rowling fueron acusados de promover la brujería. En varias bibliotecas e institutos de enseñanza sus libros fueron censurados. En la escuela católica St. Edward, de Nashville, según informaba el diario local The Tennessee, el pastor Dan Reehil escribiría en uno de sus informes:

«Estos libros presentan la magia como bien y como mal, lo cual no es cierto, pero de hecho es un engaño inteligente. Las maldiciones y hechizos utilizados en los libros son maldiciones y hechizos reales; que cuando un ser humano los lee, corre el riesgo de conjurar espíritus malignos en la presencia de la persona que lee el texto». 

Así que, y según este señor, cuando los niños leen ‘Harry Potter’, están expuestos a ser poseídos por las fuerzas oscuras del endemoniado Príncipe de las Tinieblas. En diciembre del 2001, en el condado de Otero, también al sur de los Estados Unidos, un nutrido grupo de fanáticos encabezados por el pastor Jack Brod condenaron la novela a ser pasto de las llamas. «¡A la hoguera con ‘Harry Potter’!», declaraba el 1 de enero del año 2002 en el portal de noticias de BBC News Mundo.

Claro que la obsesión por la brujería no terminó ahí. Corría el año 2003 cuando el cardenal Joseph Ratzinger —posteriormente Papa Benedicto XVI—, preocupado quizás en exceso por la educación de los adolescentes y la influencia sobre estos de Harry Potter, comentó:

«…son seducciones sutiles que pasan desapercibidas y distorsionan profundamente el cristianismo en el alma antes de que pueda crecer adecuadamente».  

Más recientemente, la escritora canadiense Margaret Atwood tuvo también que sortear los desmanes intolerantes de sectores religiosos en EE.UU. La publicación de su novela ‘El cuento de la criada’ —llevado a la TV en 2017 a través de una serie con el mismo título— narrando una ficticia sociedad distópica y rechazable en sí misma, nos expone una dictadura donde, tras un golpe de estado militar y el asesinato del presidente de la nación, alcanza el poder gente indeseable. En una entrevista realizada por BBC-Mundo en el ‘Hay Festival Cartagena’, decía: «…escribí ‘El cuento de la criada’ para plantear varias preguntas, por ejemplo: si EE.UU. tuviera un totalitarismo o una dictadura, ¿de qué tipo sería? ¿sería comunista? ¿se llamaría fascista? No, sería religiosa».  


[1] Denominado «Alianza de Escritores Coreanos»

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