«La lucha entre cálculo y creatividad»

Mirko Czentovicz ostentaba el título de mejor ajedrecista del mundo. Viajaba a bordo de un gran transatlántico con origen en Nueva York y rumbo a Argentina, en este país abordaría un nuevo campeonato. De costa a costa, el campeón había recorrido numerosas ciudades de EE. UU., siempre compitiendo sobre el tablero de las sesenta y cuatro casillas, siempre triunfando, siempre distante y tosco con sus adversarios. Era su forma de ser.

Quienes le conocían discernían de su genialidad sobre el tablero, también de sus limitaciones o incapacidades. Con catorce años, si tenía que hacer cálculos se obligaba a recurrir a los dedos, leer un libro o un periódico representaba para el muchacho un esfuerzo extraordinario. «No hacía nada sin una orden expresa, nunca hacía preguntas, no jugaba con los demás muchachos. Tan pronto como Mirko terminaba las tareas encomendadas, se quedaba sentado obstinadamente en su habitación con aquella mirada vacía, como la tienen las ovejas en el campo».

Era manifiesto su vacío cultural y formativo, su vacío ortográfico, su torpeza para escribir cinco renglones sin cometer cinco faltas. Su incapacidad —salvo para el ajedrez— era de carácter universal; frio, mecánico, distante, falto de espíritu en lo social… En el juego del ajedrez representaba la capacidad del automatismo, la fuerza bruta del cálculo sin mayor fantasía. Dicho de otro modo: “talento sin cultura, triunfo de lo mecánico sobre lo espiritual”. El párroco del pequeño pueblo austriaco donde Mirko había nacido descubrió sus grandes dotes ajedrecísticas. Tal vez, ante una infancia de brocha gorda, en esa tosquedad mencionada encontraba su refugio.

En el barco se había divulgado la noticia de la presencia del gran campeón. De inmediato se organizó una partida entre Mirko Czentovicz y un grupo de aficionados que, a pesar de unir sus mentes y cualidades, dilucidando si mejor mover el alfil a C3 en vez de a C2, se veían incapaces de vencer al campeón, ni siquiera de hacerle sombra. Incapaces hasta que…, y aquí la novela realiza un gran giro narrativo. Lo hace dando sentido a una trama ajena a sutiles conocimientos de estrategias de tablero. La historia entra de lleno en la vida del nuevo y quizás central protagonista, el Señor B. (así es como nos lo presenta el autor); un reservado vienés que —también con destino a Argentina—, ha conseguido huir de las garras de la Gestapo. Hombre discreto, absolutamente desconocido en el mundo del ajedrez y, contra todo pronóstico, capaz de hacer frente al campeón. El Señor B. afirma no haber jugado nunca sobre un tablero, sin embargo, tras un par de consejos aportados a los «desfallecidos» contrincantes de Mirko, consiguen estos alcanzar tablas cuando la partida la daban por descalabrada.

Las vidas de Mirko Czentovicz y el Señor B. se cruzan de modo definitivo en la nueva partida programada en alta mar para el día siguiente. El campeón encuentra en su contrincante, un hombre aparentemente inseguro, nervioso, y a pesar de todo, un contrincante como así se demuestra, capaz de ponerlo contra las cuerdas. ¿Quién es el señor B.?, es la pregunta sin respuesta del campeón y de cuantos siguen el devenir de la partida. Y, si como afirma (y Stefan Zweig da fe de que es cierto), nunca ha jugado ante un tablero, la pregunta obvia, la pregunta del millón sería, ¿de dónde mana ese potencial que le permite enfrentarse a tan reconocido ajedrecista?   

Se ha dicho que el Señor B. huía de la Gestapo. Se debe mencionar también que durante meses y en un régimen de absoluto aislamiento —salvo para los interrogatorios—, fue víctima del despotismo y abuso de sus carceleros. Así, si en algo se diferenciaba de la personalidad de Mirko Czentovicz, esta residía en la poderosa imaginación como refugio y herramienta frente a la tortura nazi. En la novela veremos cómo su relación —etérea con el ajedrez—, a la vez que representó su salvación, resultó ser un factor de riesgo hacia la locura; un símbolo de poder, de creatividad, también de alienación donde, en una batalla interior se enfrenta la razón a la obsesión. En conclusión, Novela de ajedrez refleja tanto la fascinación como los peligros del pensamiento obsesivo. En su relato Stefan Zweig combina intriga, psicología y alusión política; también una acertada reflexión sobre la resistencia y el poder de la mente humana.

Su lectura será un placer para los amantes del ajedrez. También para quienes observen esta disciplina con algo más de distancia, incluso para aquellos que (como un servidor) apenas han llegado a disfrutar del «Jaque Pastor»; incluso para quienes no distingan a un peón de un alfil, el disfrute será similar. Descubrirán en el tablero un campo de batalla interior, la enseña entre la tirantez y la libertad, entre el cálculo frio de Mirko Czentovicz y la creatividad del Señor B.

Un crítico literario dejó escrito: «Un relato en el cual el ajedrez se convierte en una metáfora de nuestra capacidad para intentar sobrevivir cuando todo parece conducirnos hacia la aniquilación y/o la locura».

Estando libre de derechos de autor, aquí tienes el enlace de descarga en formato PDF de «Novela de Ajedrez». (50 páginas)

https://drive.google.com/file/d/17Rp6TKyGQe2BJBALLqtbISLid9-hrbQF/view?usp=sharing

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